TEXTOS CRÍTICOS

Toda ciudad será destruida o las ucronías de la Nueva Cartografía de América.

I. Las ciudades se estudian desde la muerte y la aniquilación. 

Todas las ciudades se estudian, ya sea desde su geografía, sus olores, alturas o paseos; desde sus maquetas, desde la acumulación de la basura o desde la invención del pasado. Se estudian desde el hambre, desde la soledad de sus calles. Las ciudades se alimentan de las historia de los hombres; se estudian desde sus tragedias y sus fiestas. Las ciudades se estudian desde las enfermedades y desde la destrucción.

Thomas Malthus, economista y clérigo, señala en su libro de 1798 “Ensayo sobre el principio de la población” (An Essay on the Principle of Population) que la sobrepoblación provocaría la extinción de la raza humana para el año 1880.  Si bien es cierto, su teoría erró en la fecha, no deja de ser menos cierto que plantea un problema: ¿podrá la ciudad albergar a tanta gente? ¿podrá la economía sustentar tal catástrofe?. Malthus no acertó porque la industrialización elevó la producción de alimentos en los países ricos y, además, se produciría la migración del campo a la ciudad, generando con ello un nuevo hombre, un nuevo modelo de sociedad. 

La Nueva Cartografía de América de Ales Villegas indaga en el SXX y en los paradigmas culturales del siglo pasado.  Con la llegada del futurismo y las teorías arquitectónicas del siglo XX, donde se consideró que la tecnología también crece, y por tanto, crecen métodos para desarrollar más alimento. Crecimiento, modernidad, ciudad, están en cons-tante evolución, en cambio permanente y constante. Sin embargo, este mismo hecho genera un gran problema: ¿cómo se alimenta la ciudad?, ya que esta misma, es incapaz de generar su alimento. En Chile, y a raíz de la fuerte influencia del comunismo, surgen obras arquitectónicas que se plantean este problema, como por ejemplo, las ciudades sociales de Castillo Velasco, y las ciudades subterráneas para la sobrevivencia humana de José Contreras. 

En el Chile de los mediados de los 50 surge el concepto de “Ciudad social”,  como res-puesta al crecimiento de la misma. Señala Castillo Velasco en una entrevista: “Creo que las ciudades están creciendo caóticamente, porque no hay una visión del origen y el destino de cada ciudad”. Con esto, Castillo pretendía establecer una forma de vivir y de crecer en la ciudad. Por lo mismo, estaba soñando una urbe desde el habitante, desde la sobrevivencia, desde el humano.

Por tanto, al hombre, no le queda más que soñar, que imaginar la ciudad en la cuales sus hijos vivirán. Más que arte, es sobrevivencia; más que vida, es entropía.

En este sentido, La Nueva Cartografía de América de Ales Villegas rescata la figura de José Contreras, Ingeniero titulado de la Universidad Técnica del Estado, influido por la obra de Paul Laszlo. Contreras tuvo a cargo el proceso de reubicación de los pobladores de la población conocida como Pampa Irigoin; Puerto Montt, Chile, en el año 1969. La gente, muchos de ellos obreros pobres, sin vivienda, se “toman” el terreno de propiedad de Rociel Irigoin Oyarzún, el resultado es la muerte de 29 personas y un bebé. La razón: la sobrepoblación de la ciudad. Un año antes, le correspondió reconstruir Valdivia, después de un terremoto de 9,7 grados en la escala de Richter. 

Al tomar este referente, la obra de Ales Villegas rescata la propuesta de un ingeniero desolado, dolido por el crecimiento de la ciudad; atormentado por la muerte y la destrucción, quien diseña sus ciudades subterráneas. Un ingeniero-artista, ajeno a las modas, a los conceptos. La muerte sorprende a Contreras el 11 de septiembre, luego del golpe de estado en Chile.

Como dice Stefanie Hessler, curadora y crítica de arte, sobre  La Nueva Cartografía…: “Villegas visiona la transformación de la humanidad en mutantes […] Posiciona a los seres humanos como responsables de la sobre-acumulación de objetos e información en el laberinto de la memoria, que está infiltrada por una enfermedad viral que parece un tumor”. (Catálogo de la muestra Contaminaciones Contemporáneas, Santiago, Chile, 2012. pp. 17)


Como Mathus, Villegas cree que las ciudades son para destruirlas, no para construirlas. 

II. Las ciudades se analizan desde los conceptos, desde la ficción.

Wittgenstein se pregunta ¿qué hace que algo sea la copia o representación de algo?. En este sentido, la obra de Ales Villegas se plantea como una representación ficcional sobre una ciudad que existe, pero sobre una historia que no existe; para tal efecto toma las formas del pasado, las estructuras y las transforma en lo mismo, pero distinto. “Lo que hace 
posible que las cosas en la realidad puedan ser representadas por figuras descansa en el hecho de que las figuras tienen algo en común con la realidad que representan; y eso es, por supuesto, la estructura”-como diría Wittgenstein. Por lo mismo, Ales Villegas indaga en las estructuras, se sumerge en las maquetas, inventa un pasado, lo piensa, lo verbaliza, busca las imágenes, busca las palabras que designan lo que no existe e  incorpora  a través de una irónica y lúdica mirada, conceptos fundamentales de las ideas imperantes en el siglos XX: Criptofascitas, protofascistas; indosatánicos, masones, agnósticos y cabalísticas; nacional socialistas, comunistas.

En ese sentido, la artista rescata la mirada de un Chile pre dictadura, donde soñar, donde imaginar, donde ficcionar era un acto que te podía costar la vida (la artista da por hecho que la dictadura mata, por tanto, no redunda). En ese sentido, su mirada, su imaginario, si bien están al borde del delirio, y bajo ese aparente juego naif de maquetas, se esconde una 
mirada lacerante y conclusiones lapidarias: las ciudades son para morir en ellas; son para matar en ellas; son para subir al cielo y descender al infierno, pero sobretodo, nos dice que en Chile, y por extensión en América, las ciudades fueron conceptos que un grupo de hombres fueron armando y diseñando. Nos dice que Le Corbusier, Niemeyer y Mies van der Rohe, son sólo una ilusión de la modernidad que nunca alcanzaremos y los reemplaza por el comunista Contreras, el protofascista Dávalo, el neo satanista de Mackenna, la criptofascista pin-up de Soledad Díaz, o el delirio de Acevedo Monroe, entre otros. 

Ales Villegas plantea que las ciudades se estudian desde los conceptos y las ideologías  que las  construyen y destruyen una y otra vez. 

La Nueva Cartografía de América propone recuperar la ciudad, como “ciudad concepto”: de los grandes relatos fundacionales, imaginados. Esta nueva cartografía se presenta como una contraparte o némesis de la ciudad real, la cual se ha quedado sin mapas, como un palimpsesto (manuscrito que conserva huellas de una escritura anterior en la misma superficie, pero borrada expresamente para dar lugar a la que ahora existe) y para conocer ese pasado hay que rasgar las capas superficiales que hoy se encuentran en nuestra arquitectura y en nuestro arte, indagando y experimentando con el pasado para imaginarlo y ficcionarlo.

La Nueva Cartografía de América presenta la ciudad como mapa cognitivo; como territorio varado en el abismo de las cosas que (no) existen. Canchas de fútbol donde el premio es una copa de dominio mental, activada en las glándulas femeninas; autopistas cons-truidas con la fórmula matemática de PHI: espacios urbanos diseñados por arquitectos fascistas; mapas de referencias geodésicas matemáticas pensadas por arquitectos de la logia Lautarina; ductos que llevan al centro de la tierra; cartografías mentales diseñadas por artistas neonazis o casas con códigos postales extraídos del Popol Vuh.

Es una obra que se alimenta de la epopeya de ciudades tales como Fordlandia en la Amazonía, símbolos de la fiebre capitalista de la Ford Company o Brasilia o Sewell. 

La Nueva Cartografía de América es una obra que se alimenta de los sueños de la modernidad y los monstruos de la razón.

Vladimir Rivera Órdenes
Escritor


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La obra Nueva Cartografía de América de Ales Villegas es una propuesta de un proyecto utópico. El trabajo puede ser descrito como un objeto escultórico que representa a la ciudad como un mapa cognitivo físico y mental en alusión a los grandes proyectos e ideales arquitectónicos modernistas. Visualmente recordando los modelos arquitectónicos de Dan Graham, Villegas propone un paisaje urbano con balancines utilizados para resolver las discusiones políticas y los conflictos (inspirado por los diseños de Soledad Díaz 1950-1981), un campo de fútbol donde el premio es la copa del control mental sobre el oponente de-rrotado, las tuberías que conducen al centro de la tierra y las calles subterráneas (por José Contreras 1935-) Esta recopilación de planes modernistas de mediados del siglo 20, reflexiona sobre los seres humanos modernos y nuestro medio ambiente. En un tiempo en el cual Fordlandia y otros proyectos utópicos modernistas se realizaron en Brasil y las ciudades artificiales se construyeron en el lapso de tiempo de unos pocos años, Villegas visiona la transformación de la humanidad en mutantes debido a la contaminación y una sobredosis de información. Posiciona a los seres humanos como responsables de la sobre-acumulación de objetos e información en el laberinto de la memoria, que está infiltrada por una enfermedad viral que parece un tumor. Pregunta cómo refugiarse y poner fin a este desarrollo, por el cual nos llenamos de productos y objetos en la era del consumismo.

Stefanie Hessler
Curadora y crítica de Arte






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