Ingeniero Civil y mítico futbolista chileno. La vida de Acevedo
Monroe, como muchos de los provincianos del Maule, que llegaban a Santiago a
estudiar arquitectura en la Universidad de Católica, está rodeado de un halo de
tragedia y comedia. Hijo del General Fautino Acevedo Cox, afincado en Talca,
luego de ser destituido por el General Marmaduque Grove por oponerse al
Gobierno de los 12 días. La vida de Acevedo Monroe fue la de un muchacho de
clase alta en un pueblo de la zona central, quien halló en el deporte un arma
poderosa para conquistar a las chicas del lugar. Desechó la opción de la
equitación, como sus abuelos, ya que según él mismo, el deporte verdadero es “a
pie”, hecho que lo distanciaría de su padre, pues el fútbol era cosa de “guachos
y descamisados”. Empero la decisión familiar, Acevedo Monroe, se formó en las
ramas inferiores de la Universidad Católica, destacándose como buin derecho. Ágil, dotado de una
rudimentaria pero letal pegada, encarador
y, por sobretodo, temerario. En 1935 se probaría en Rangers de Talca, club en
el cual destacó, siendo pronto llevado a jugar a la misma Universidad Católica,
que por esos años, disputaba palmo a palmo el campeonato nacional con su
archirrival, la Universidad de Chile. En los dos primeros partidos, demostró
cierta imprecisión, pero suplida con bravura, hecho que los hinchas del club
premiaban con vítores y que llevase a más de algunos blasfemos a llamarle “el
azote de Dios”. Ídolos de las jóvenes acomodadas de la época, quienes lo
llamaban Monroe, omitiendo el Acevedo paterno. Galán, de retórica tosca como él
mismo, de versos prosaicos y mirada lánguida, extraña mezcla que hacía que las
féminas pudientes del club Manquehue se derritieran por él. Portada del día
lunes en el diario El Mercurio del 26 de agosto de 1944 al marcar el tanto del
triunfo ante la Universidad de Chile.
Dentro de sus primeras impresiones,
destaca un hecho que pasaría por alto en la prensa de la época, pero que vista
a la luz de los años, parecía un agorero y citó textual: “el fútbol es al
hombre, como el arma a la guerra; por eso algunas razas, no destacan en este
deporte”. Se comprende el subtexto de la frase, en plena época donde Chile
había manifestado públicamente su apoyo a las fuerzas aliadas; sin embargo, la
algarabía del triunfo terminó por ocultarla. Acevedo Monroe no volvería a
brillar en el club. A fin de temporada viajaría a Europa, terminando pronto con
su carrera.
A principios de los 50´ aparece como dirigente de fútbol. El
O´Higgins Braden, club perteneciente a la Braden Copper Company, recién
formado, lo pone a la cabeza de este proyecto. De su regreso en Europa,
Monroe-había eliminado el apellido Acevedo- era uno de los gestores del Estadio Braden Cooper Co. de Rancagua.
El equipo ganó el campeonato del 54´ y vice campeonato del año posterior. En
esa misma época se inician las gestiones para la Copa del Mundo Jules Rimet,
Chile perfila su candidatura; pocas opciones, sin embargo, la compañía Braden
Copper ofrece una cifra millonaria en apoyo a la candidatura nacional. Monroe
plantea que una de las sedes debería ser Sewell, símbolo de la compañía. La
dirigencia del fútbol nacional acepta. Ese mismo año presenta las maquetas del Estadios Braden Monroe, prototipo de
estadio, inspirados en las Escuelas de Arquitecturas
italianas (especialmente focalizada en Milán, Roma y Venecia) quienes trabajan
en torno al concepto de la ciudad como artefacto, como mega centro de
esparcimientos, imbricados, interrelacionado. Un mega estadio enclavado
en los cerros, autosustentable, con líneas de conexión a todo el campamento. Las autoridades, al ver el prototipo, desisten del apoyo de
la empresa. Consideran que la idea es una locura sin proporciones. Por su
parte, Monroe, como mecanismo de presión a la dirigencia nacional, decide retirar
su apoyo para que se realice el mundial de fútbol en nuestro país. Mientras,
Argentina se perfila como el gran candidato para organizar el Mundial del 62. Los
dirigentes nacionales, los prohombres Carlos Dittborn y Juan Pinto Durán
recorren Europa, donde son recibidos tibiamente. Sin embargo, en Lisboa, año 56´,
se suma extrañamente Monroe a la comitiva. La Gran Empresa Braden Monroe es su
carta de presentación. Al día siguiente, Chile obtiene el Mundial y Monroe el
sueño de su estadio en Sewell, a los pies de la cordillera de los Andes.
El 59´ se inician los preparativos para la construcción. La
dirigencia chilena, en silencio, se opone al proyecto. La inversión es
millonaria incluso para una empresa cuprífera como Braden Cooper, cientos de
obreros trabajando en jornadas de 13 horas diarias, como hormigas, deben
trasladar el material desde el valle central de Rancagua hasta la Cordillera de
los Andes, Sewell. Toneladas de cemento, tierra, fierros, maquinaria pesada: la
odisea misma del hombre fundando no sólo su estadio, sino su propio deporte.
Sueño que no terminaría con el terremoto del 60. Chile queda devastado, muertos
por doquier, inseguridad; no obstante, Sewell se manifiesta como la ciudad más
floreciente de Chile.
Ese mismo año, El estadio Braden Monroe es desechado como opción
de sede mundialista, trasladándola a Rancagua. La situación económica en Chile
es paupérrima y el gobierno de la época no podía darse el lujo de construir un
estadio que permitiría reconstruir tres regiones del país. El Mega estadio
queda a la deriva, como un elefante blanco. Poco después, Pinto Durán muere en
un extraño accidente carretero y Carlos Dittborn, no alcanzaría a ver el
mundial que organizaba, fallece unos días antes.
El día del pitazo inicial del Mundial del 62´en la grada de la
dirigencia nacional y a cargo de la comitiva estaba Juan Monroe.